Me estaba muriendo. La heroína me había convertido en un zombi y sabía que la muerte se acercaba rápidamente. Hoy, 22 años después, estoy vivo, floreciente y agradecido por cada aliento. Así es como recuperé mi vida.
Mi historia comienza en Yverdon, una apacible ciudad suiza donde pasé mis primeros años. Durante mi infancia fui un niño activo que disfrutaba con los deportes, sobre todo con el fútbol, que se convirtió en mi gran pasión. Soñaba con llegar a ser profesional. La vida era sencilla entonces: la escuela iba bien y no me enfrentaba a retos importantes.
Nunca olvidaré la alegría de ganar el campeonato cantonal con mi equipo de fútbol: eran momentos de pura felicidad. Encontré la paz en la naturaleza y aprecié los momentos de tranquilidad.
Al llegar la adolescencia, mi mundo se volvió turbulento. Surgieron dificultades académicas y empecé un aprendizaje profesional que me parecía completamente erróneo. Fue durante esta época de confusión cuando experimenté por primera vez con el cannabis, que me llevó a los cigarrillos y el alcohol. Mi círculo social se amplió para incluir escenas de rave tecno en las que conocí el éxtasis, el LSD y otras sustancias diversas. La euforia inicial era embriagadora, pero la tolerancia aumentaba rápidamente, exigiendo cantidades cada vez mayores para conseguir el mismo subidón. Esta peligrosa pauta se agravó cuando me pasé a la heroína y, al cabo de unos meses, me había convertido en un cascarón de mi antiguo yo. La muerte parecía inevitable.
La adicción me robó todo lo que tenía sentido: mis aspiraciones, mi autoestima y la fe que mi familia y mis amigos habían depositado en mí. Me volví deshonesto y perdí el contacto con lo que realmente era.
Mi existencia se había transformado en una pesadilla viviente, obligándome a afrontar la necesidad de un cambio. Mi médico me recomendó buscar tratamiento profesional y me facilitó una lista de centros de rehabilitación.
El programa Narconon destacó porque durante mi reunión inicial, experimenté algo que no había sentido en años: comprensión y compasión genuinas de alguien que realmente escuchaba.
Lo que más me sorprendió al entrar en Narconon fue la sorprendentemente suave y rápida finalización de la desintoxicación de la heroína. Los intentos anteriores en solitario habían sido imposibles, pero aquí superé la dependencia física en sólo unos días.
Recuperé mi vitalidad física, sintiéndome con tanta energía como a los dieciséis años, pero ahora con una mente clara y libre de drogas. Recuperé el optimismo ante el futuro y la certeza de que podía construir una vida plena, libre de los estragos de la adicción.
Terminar el programa me llenó de orgullo por mis logros y de confianza para aprovechar cualquier oportunidad que se me presentara.
Hoy cumplo 22 años sin consumir drogas. He sido bendecida con un matrimonio lleno de amor, tengo un cargo de gran responsabilidad que me llena de satisfacción y saboreo cada momento precioso que me ofrece la vida. Y lo que es más importante, tengo dos hijos increíbles, de 27 y 26 años, que son los mayores regalos que me ha dado la vida. Estoy profundamente agradecida por todo lo que han traído a mi mundo y por la alegría que me siguen proporcionando cada día.
Lo que más me emociona de la sobriedad es la profunda sensación de liberación que proporciona. Ningún tesoro podría tentarme a renunciar a esta libertad.
A cualquiera que se enfrente a luchas similares, le digo: nunca abandones la esperanza, siempre hay una vía de escape. La vida posee un valor inconmensurable, y hay que encontrar el valor para creer en uno mismo, buscar ayuda y actuar con decisión hacia la recuperación.
Para los que están actualmente en tratamiento, perseveren y no se rindan. Sigan adelante en las fases difíciles que les esperan. Más allá de cada túnel oscuro está la luz del sol. No te quedes atrapado ni retrocedas.
Estoy eternamente agradecido a Narconon por darme una segunda oportunidad en la vida y enseñarme a aprender de mis errores. A cualquiera que necesite ayuda, le animo a que contacte con Narconon y comience su viaje hacia la libertad de las drogas y a reclamar su honor en la vida. La recuperación es posible. La adicción no es una enfermedad, ni una sentencia de por vida - es un problema que puede ser resuelto.
Si tú o un ser querido estáis luchando contra la adicción, no esperes ni un día más. Merece la pena salvar tu vida. Ponte en contacto con Narconon ahora y da el primer paso para recuperar tu libertad, tu dignidad y tu futuro. La vida que siempre has soñado te está esperando al otro lado de la recuperación.
Contacta con Narconon hoy - Tu segunda oportunidad empieza ahora.
-Jacky Buensoz, Graduado de Narconon